Estos repugnantes demonios están hechos enteramente de sangre. No cuentan con carne como los hombres, en cambio están formados de caliente sangre coagulada usada en su ritual de invocación maldito, traídos a este mundo por una hechicería innombrable y una voluntad propia malicienta.
Solo se los encuentran protegiendo los santuarios más oscuros y al servicio de los más poderosos practicantes
de las artes oscuras, siempre merodeando y acechando cerca de las piscinas desde las que fueron alzados. Algunos inclusos están ligados firmemente a la fuente de sangre de su creación.
La fijación de sus huecos vacíos oculares es inquietante, su piel brillante late cuidadosamente y gotas de sangre caen continuamente de sus aberturas, pero son sus trompas vestigiales sobresaliendo bajo sus brazos lo que más horroriza. Ellas se retuercen buscando fuentes frescas de sangre y de esta forma un Profanador de Sangre debería envolver a su victima con sus brazos mientras sus retorcidas extremidades extraen toda la sangre de su aterrorizada presa.
La sangre utilizada en su creación afecta directamente al poder del profanador de sangre. Los hechiceros tienen mucho cuidado de usar sangre pura e inocente para sus creaciones ya que la sangre contaminada disminuye su control sobre las abominaciones. La sangre contaminada y los profanadores de sangre contaminada pueden volverse contra sus creadores o correr enloquecidos matando a todo el que encuentran en su camino de furia de colmillos, garras y sangre a chorro.