'“Fue ahí, en la esquina,” susurró el rey, sacudiendo su cabeza de melena de león de un lado a otro esforzándose para levantarse.”Un hombre –al menos parecía un hombre- envuelto en harapos como las vendas de una momia, con una capa cubriéndolo y una capucha. Todo lo que pude ver fueron sus ojos, al agacharse ahí en la oscuridad. Pensé que era una sombra solo, hasta que vi sus ojos. Eran como joyas negras.”'- Robert E. Howard, La Hora del Dragón
Escondidos en los andrajos de Aqueronia, las Sombras son celosos protectores de las reliquias de su antiguo
imperio. Caras amorfas sobresaliendo de sus antiguos cascos, mientras sus manos esqueléticas sostienen armas malditas con las que destripar a los enemigos de Aqueronia.
Las Sombras se encuentran normalmente como guardianes de tumbas olvidadas hace tiempo o restos de tesoros escondidos. Encuentran un placer predilecto en arrancar la carne de los huesos de sus víctimas, preferiblemente cuando estas aún están vivas. Una vez que estas mueren, las Sombras pierden interés en el juego y abandonan los cuerpos ensangrentados y destrozados donde estén tumbados.
Las Sombras fueron usadas normalmente para forzar maldiciones en la antigua Aqueronia. Muchos desafortunados aventureros han sido encontrados destrozados tras haber cogido una espada encantada o un tomo bizarro.
Recientemente, se han avistado Sombras en la Cordillera Fronteriza, congregándose alrededor de una extraña colina. Se rumorea que la colina es un lugar de poder oscuro, la tierra a su alrededor está corrompida y maldita por los rituales que han tenido lugar en el altar que se encuentra en su cumbre. Se desconoce que es lo que atrae a las Sombras a este lugar, pero cualquiera que explore la zona debería tomar especial cuidado, a no ser que quiera caer bajo la crueldad de las Sombras.